miércoles, 7 de julio de 2010

Tiburoneros

por Lila Nieto

Nuestro invitado de la noche, Víctor Ugalde, llegó al cineclub en la llovizna para disfrutar por vez número diecinueve de esta magnífica película y deshilvanar una historia de personajes mitológicos que ya por fin le parece que "podría ser más dinámica" en el montaje: Tiburoneros, de Luis Alcoriza (México, 1963). Pero además, con ligereza desinteresada Víctor nos platicó muchas cosas sobre el cine que se hacía en esa época, antecedentes que ayudan a entender de dónde salió esta obra maestra en contraste con la tendencia comercial que caracterizó el cine mexicano de esa década.

En los años 60 la producción de cine en México era controlada por el monopolio de "las siete familias" (Gregorio Wallerstein, Alejandro Galindo, Ismael Rodríguez, Arturo Ripstein, Alfonso Rosas Priego, Fernando De Fuentes y los hermanos Calderón), y se hacía básicamente de dos maneras, al estilo de Enrique Guzmán (urbanitas) o "de caballitos" (rancheritas); en fin, dos caras de lo mismo: cine de estereotipos, con sus excepciones. Fue el tiempo de la peor censura al cine; no se permitía hablar del presidente ni de la iglesia ni del ejército ni del himno nacional, ni mostrar la pobreza, la sexualidad, la oposición. "El cine más falso de la historia en México se hizo en los sesentas", nos cuenta Ugalde. Había "facilidades" para los productores con el fin de que se abstuvieran de hacer críticas.

Sin embargo, también estaban los intelectuales, orgullosos todavía del triunfo de la Revolución Cubana, empapados de los distintos movimientos sociales y culturales en el mundo, y que querían hacer cosas diferentes. Hacer buen cine en México se trataba de "contar lo que querías contar sin que te mordiera la censura, y de todos modos te mordía", recuerda Víctor. Alcoriza filmó sus mejores obras durante la peor época de la censura, las famosas "tres T": Tlayucan (1962), Tiburoneros (1963) y Tarahumara (1965), a la cual le mocharon 30 minutos y tiraron los negativos a la basura; la única evidencia que existe de la historia completa es un guión resguardado en la Sociedad General de Escritores de México (Sogem), institución defensora de los derechos de autor, de la cual Alcoriza fue miembro fundador. Pero tampoco satanicemos los sesentas. Censura ha habido en todas las épocas. "El único presidente que no censuró nada fue Lazcuráin", dice Víctor con media sonrisa sarcástica (Lazcuráin sólo fue presidente durante 45 minutos).

Con Tiburoneros, Luis Alcoriza logró escribir un guión que le dio la vuelta al sistema de censura. La pobreza que muestra "es festiva", por lo que no cuesta tanto mirarla, y el enfoque no está puesto en ella como denuncia sino que es parte enriquecedora del contexto, pero no el conflicto central. En todo caso, el cuestionamiento que hace esta película sobre la pobreza es más bien en el terreno de lo interno, lo existencial. ¿Cuál pobreza? ¿La pobreza del paisaje urbano que Aurelio ve por la ventana en la ciudad o la pobreza económica de los pescadores? ¿La pobreza espiritual que exige la vida en las urbes o las rudas relaciones de supervivencia cerca de la naturaleza? Estos son los cuestionamientos que Aurelio se hace a sí mismo, sin denunciar a nadie sino simplemente como medio para entenderse y elegir su camino. Aurelio es un personaje "mitológico", comentó alguien que ha seguido muy de cerca el cineclub desde el otro lado del Atlántico y que en esta ocasión nos honró con su presencia. Aurelio es un héroe, pues decide su destino libremente, buscando una nueva manera de relacionarse con el mundo, con la familia, con el amor, con el trabajo, sin dejar de lado su responsabilidad como líder, un puesto que en el mar se ha ganado.

En la cola del neorrealismo italiano ciertos productores apostaron por un "neorrealismo mexicano". Por ejemplo Antonio Matouk, de origen Libanés, productor de esta y otras películas de Alcoriza, era además de un productor colmilludo "un tipo sensible", y pensaba que se podía hacer cine diferente del habitual, que contara historias nacionales, pero que también dejara dinero. Y tampoco olvidemos que Luis Alcoriza era español, por lo que seguramente tuvo un contacto más cercano con el neorrealismo italiano. Con esta historia, Alcoriza logra contar lo que él quería pero sin romper las reglas comerciales: "que haya una historia de amor, triste o feliz pero que la haya, que aparezca algún actor famoso (Julio Aldama), y un personaje chistoso (aquí hay dos, el Pigüa y el borrachito). Habiendo resuelto esto, Alcoriza se permitió apostar por actores desconocidos y con poca experiencia, filmar en blanco y negro (aunque ya era habitual el color) y rodar casi toda la película en exteriores, cosa que era difícil en ese tiempo (no había equipo portátil, todo era grande y pesado, por lo que en los estudios se hacía todo, y se construían escenografías hasta de campos y ríos; un crew mínimo era de 58 personas). A mediados de los 60 surgió el formato 16 mm, lo cual significó el inicio del cine independiente en México, pero Alcoriza se las ingenió para filmar siempre en 35 mm.

Claro que para cuando Alcoriza hizo Tiburoneros en 1963 ya era un cineasta con mucha experiencia. Había escrito más de 50 películas, entre ellas Los olvidados (1950) y El ángel exterminador (1962) con Luis Buñuel, La hija del engaño (1951) con Janet Alcoriza, Tlayucan (1962), la cual también dirigió y que le valió una nominación al Oscar y una Diosa de Plata, y Los jóvenes (1961), su ópera prima como director que estuvo nominada al Oso de Oro en el festival de Berlín. Con Tiburoneros obtuvo por segunda vez la Diosa de Plata de los Periodistas Cinematográficos de México, y dos años más tarde, con la última de "las tres T", Tarahumara, obtendría en Cannes un premio de la crítica y una nominación a la Palma de Oro. En 1963 Luis Alcoriza había adquirido mucho oficio y "tenía cosas que contar", pero además era un gran observador y tenía muy buen oído para los diálogos. Independientemente del reconocimiento en festivales, Alcoriza logró un cine que "permanece en el imaginario mexicano", un verdadero cine de autor.

Y es que en esos años no todo era negro; se podía vivir de la pluma. Uno podía llegar con su argumento a la oficina de un productor y conseguir fácilmente un buen adelanto para desarrollarlo. No como hoy, que el guionista debe escribir el guión y luego "tomarse un curso de producción" con la esperanza de levantar su proyecto él mismo, bromea Víctor. Los productores actuales, salvo excepciones, han aprendido "todas las malas mañas que escucharon en los cafés y no tienen la experiencia" que los viejos productores adquirieron en el campo de batalla. Y quizás lo mismo sucede con los guionistas. Lo que hacía Alcoriza era escribir el guión en la ciudad y luego irse a la locación para afinar detalles y montar los diálogos. Otras películas suyas que Víctor nos recomienda son El gángster (1965, escrita por Janet Alcoriza), Mecánica nacional (1972), La chamuscada (1971, escrita junto con Juan de la Cabada y dirigida por Alberto Mariscal), El muro del silencio (1974), Presagio (1975, escrita en colaboración con Gabriel García Márquez), y Tac-tac (1982, coescrita con Antonio Monsell).

Como guionista, Luis Alcoriza aprendió mucho de su mujer, Janet Alcoriza, actriz y bailarina pero sobre todo guionista, quien escribió con él muchos de sus guiones y cuya obra incluye más de 80 libretos. Nacida en Austria, criada en Estados Unidos, educada en Europa y enamorada de México, Janet escribió para directores como Julián Soler, Miguel M. Delgado, Norman Foster, Alfredo Varela Jr. y Matilde Landeta, y escribió en colaboración con figuras como José Revueltas, Luis Buñuel, Juan de la Cabada, Alejandro Galindo y Chano Urueta.

Nuestro visitante trasatlántico mencionó algo muy interesante: la película es "estridente". Y lo es no como sinónimo de sórdido, sino en el tono; esta característica estilística es testimonio del buen oído de Alcoriza que retrata la personalidad mexicana. Alcoriza no mira como un colonialista sino que se funde y capta el punto de vista subjetivo del lugar. Tiburoneros refleja las clases sociales y el pensamiento de su tiempo. Aurelio es un espíritu libre cuya elocuencia justifica su falta de "machez". Y Manela, su "tiburona", es un personaje de "absoluta nobleza".

Con una producción que manifiesta la gran experiencia técnica de la sección 49 del Sindicato de Trabajadores de la Industria Cinematográfica (STIC), una fotografía muy bien cuidada, un guión de hierro, una dirección que destaca las sutilezas de los personajes sin caer en el sentimentalismo y un productor que supo dónde poner la billetera, Tiburoneros es un filme obligado para todo cinéfilo que se precie de serlo.

Los esperamos el próximo MARTES 13 de Julio con la proyección de TEQUILA, de Rubén Gámez (México, 1992). Nuestro invitado de la noche, Guillermo Vega, quien ha acompañado el camino de nuestro cineclub desde sus inicios.

¡Abróchense los cinturones!

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