miércoles, 14 de julio de 2010

Tequila + La fórmula secreta

por Lila Nieto

Nacido en el kármico pueblo de Cananea, Sonora, en el espeso año de 1928 (igual que el Che Guevara, Jorge Ibargüengoitia y Noam Chomsky, por ejemplo), Rubén Gámez fue ante todo un espíritu revolucionario, un hombre inquieto, comprometido con su tiempo, y por supuesto uno de los pilares del cine experimental en México. Su cine no busca un resultado fijo, no busca complacer al espectador, pero tampoco busca provocarlo así nomás en seco; Gámez utiliza las formas del cine y las mezcla con las de la poesía y la música al servicio de un proceso creativo que es además una reflexión profundamente política. Lo interesante es que sus planteamientos siguen siendo vigentes, pues a través de una compleja labor de montaje es el espectador quien lo comenta, lo juzga, le añade significados. "Precisamente por eso le llaman ensayo cinematográfico" a su cine, nos dice Memo Vega, nuestro invitado de la noche, quien eligió el material de Gámez para la proyección. Y es que antes de cineasta, Rubén Gámez fue escritor, y Memo Vega conoció sus cuentos en el taller literario de Huberto Bátiz, cuentos "surrealistas y estrambóticos, así como sus películas".

En esta ocasión, Memo Vega nos trajo Tequila (1992), el único largometraje de Gámez, y de sorpresa su famoso mediometraje La fórmula secreta (1964). Pero hagamos una pausa para revisar el calvario que fue conseguirlas para la ocasión (una prueba más de lo experimental de su cine). Durante tres semanas estuvimos buscando en todos los tianguis, tiendas y callejones de la ciudad de México, y no encontramos rastro del cine de Rubén Gámez, pues sólo se distribuyó en VHS y las únicas copias que existen en formato digital son transferencias caseras. En nuestro peregrinar conocimos por vía electrónica a un extraño sujeto que dijo tener Tequila, aunque al final desapareció después de hacer diversas preguntas paranoicas acerca de nuestras razones para buscar el material (probablemente se refería a la bebida alcohólica, pues no volvimos a saber de él). Luego hubo otro más que también la tiene, pero éste resultó un hombre tan ocupado que no bastó mi promesa de ir "hasta el fin del mundo por la película", y fue irreductible en que sólo podía encontrarse con nosotras para la semana entrante (además de regañarnos por publicar la cartelera sin haber conseguido la película), y ahí quedó la cosa. Finalmente fue Memo quien la consiguió a través de Internet, con aperitivo de sorpresa y sin aspavientos, y nos regaló una copia de cada una. Al platicar esta anécdota en el debate, un amigo cineasta que acudió a la función mencionó inocentemente una opción más sencilla que todas y que nunca se nos ocurrió: "¿Preguntaron en el CUEC? Ahí seguro que la tienen". Una de esas ocasiones en las que lo único que se puede decir es "chale..."

Pero volvamos a la proyección; el mediometraje La fórmula secreta no fue exhibido en cartelera porque no era "ni corto ni largo", aunque en realidad la censura se debe a muchas otras razones, principalmente a su contenido político, fuerte, duro de roer, nada comercial. Hay, por ejemplo, una escena en la que un hombre mata artísticamente a una vaca con música de réquiem, y vemos cómo la vida se le sale con la sangre al tiempo que se intercalan escenas de un beso acartonado. La fórmula secreta se ha exhibido siempre en cineclubes y foros alternos. Sin embargo, este filme es bastante conocido no sólo porque ganó el primer lugar en el I Concurso de Cine Experimental en México, sino porque Juan Rulfo escribió un texto específicamente para él y Jaime Sabines lo narró con una voz que recuerda los discursos evocadores del subcomandante Marcos.

En realidad, Gámez interrumpió su obra durante casi 30 años desde que realizó La fórmula secreta hasta que hizo Tequila. Ésta es realmente una continuación de la anterior, son obras complementarias, y por eso resultó tan acertado verlas una después de la otra. El montaje con que Gámez construía su discurso era dialéctico (síntesis-antítesis-tesis), dice Memo, y si vemos estas dos obras desde más lejos nos damos cuenta de que responden a este mismo principio: La fórmula secreta es una película "masculina", y Tequila es "femenina". Ambas comienzan con bebidas, la primera muestra una botella de coca-cola conectada a una sonda de suero, y la segunda comienza con una botella de tequila que se vierte hasta vaciarse en una serie de caballitos. Tequila muestra inmediatamente después dos cámaras de cine viéndose la una a la otra, "el cine viendo al cine, la película anterior viendo a esta".

Fotógrafo de profesión, Gámez fue documentalista, pero también se formó en la publicidad. Lo curioso es que en su cine, aunque vemos todo el tiempo mensajes subliminales y síntesis visuales que aprendió en ese campo, se despegó totalmente de hacer un "cine de publicista" para lograr símbolos de gran complejidad. Su cine, aunque al final resulta "nacionalista incluso en su crítica del nacionalismo", dista mucho de querernos vender una idea en particular. Gámez construye su discurso "como la poesía o la música, a través de contrastes y ritmos, y no de manera narrativa como la novela o el cuento", señala Memo, "encuentra imágenes y las hace rimar". El carácter poético de su cine consiste, más que en secuencias muy bien trabajadas, en esta "concatenación de imágenes que va formando un ritmo". Seguramente cada fotograma tiene un planteamiento político cuidadosamente construido, pero "es ambiguo, y desata pensamientos y reacciones emocionales" en el espectador.

Desde el público nuestro amigo cineasta hizo una intervención interesante: Rubén Gámez estrenó Tequila "dos años antes del desmantelamiento del cine por Salinas", y no tuvo seguidores, pero no los tuvo desde los años 60 en que estrenó La fórmula secreta, pocos años antes de la matanza de Tlatelolco, pues el cine experimental mexicano estaba coartado como todas las demás formas de expresión cultural. Sin embargo, recordó, Gámez influenció a cineastas de su generación del CUEC que hoy exploran la corriente que se conoce como hiperrealismo, en la cual México "va a la cabeza"; cineastas como Carlos Reygadas, Amat Escalante, Julián Hernández, incluso Fernando Eimbcke. Esta influencia se nota en que muestran imágenes de "gente real", continúa nuestro amigo, "es como una disección en vivo". Sin embargo, estos jóvenes cineastas distan mucho de la contundencia política con que Gámez abordó el cine, y sus películas tratan conflictos más bien personales, internos. Los que más se acercan a lo político son quizás Los bastardos, de Amat Escalante, y Batalla en el cielo, de Carlos Reygadas (no es que las recomiende ni que tengan nada de poéticas, ojo). Aquí Memo apuntó algo interesante, que "están caducos los discursos políticos sobre identidad y nacionalismo, pero tampoco se reflexiona al respecto. Tequila, aunque es crítica, plantea un nacionalismo, cosa que ahora se rechaza totalmente al verse como intolerancia". El hiperrealismo, es verdad, "te hace participar en lo que ves como si estuvieras ahí", apunta alguien más desde el público, pero, responde Memo, "es chocante. Y volvemos a la cuestión de la poesía". Ver el cine de Rubén Gámez, apunta el amigo cineasta, es como "hojear un libro de poemas; incluso las puedes ver a cachitos", pero lo que Gámez sabe hacer muy bien es contrastar lo chocante con lo placentero al construir su sinfonía visual, y por eso es poético a diferencia del hiperrealismo. Gámez se permite incluso hacer ciertas intervenciones artísticas, desde escenas que en realidad son performance hasta trozos de animación stop-motion y pinceladas hechas sobre el negativo. Lo que hace Gámez es cine, sí, pero se acerca también al terreno del arte plástico.

Sobre todo La fórmula secreta es una película hecha en un tiempo en que el arte y la participación política estaban bollantes en México. Se nota una obra hecha por artistas de distintas disciplinas (Rulfo, Sabines, Gámez) que se interrelacionaban con mucha más libertad que hoy, una obra hecha no por un cineasta como sinónimo de tecnócrata, sino por artistas integrales que se aventuraban a romper las barreras de su campo.

Cine como el de Rubén Gámez hay poco. "Nadie lo quiere hacer, y mucho menos hay quien quiera verlo!", bromea Memo Vega para cerrar el debate. Pero recordamos algunas películas mexicanas que pueden clasificarse cerca de las de Rubén Gámez, como por ejemplo Yo te saludo, Lupita, de Rafael Corkidi; el cine de Ariel Zúñiga, que fue algo parecido a una "nueva ola mexicana", y materiales de otros países como Canciones del segundo piso, de Roy Andersson; El bebé de Macon, de Peter Greenaway; El hombre con la cámara, de Dziga Vertov, y Begotten, de E. Elias Merhige.

Los esperamos el próximo MARTES 20 DE JULIO DE 2010 con la proyección de Orfeo, de Jean Cocteau (Francia, 1950). Con nosotros estará José Luis Gutiérrez Arias, quien comentará esta película elegida por él para nuestro ciclo de Poesía en Imágenes.

¡Abróchense los cinturones!

1 comentario:

  1. Se que llegué como 3 años y cachito tarde pero me urge conseguir esa peli, ¿Tendrás de purísima casualidad conocimiento de donde la encuentro o mejor aun una copia que de prestarme cuidaré con todo mi espíritu?
    mi correo es outonj@yahoo.com y estoy abierto al intercambio

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